En el fútbol se llama gol olímpico, al gol cobrado directamente en un saque de esquina. Una rareza. Se llama así porque al poco de aceptarse como válidos en el reglamento los goles cobrados de esta forma (antes se consideraba el saque de córner como indirecto) consiguió uno el argentino Cesáreo Onzari sobre Uruguay, reciente campeona olímpica. Fue en fecha tan lejana como el 2 de octubre de 1924. Argentina ganó 2-1. En rechifla sobre la campeona olímpica, Uruguay, lo llamaron gol olímpico.
En la Copa del Mundo sólo ha habido uno, y lo vino a encajar el reconocido como mejor portero de todos los tiempos, el ruso Lev Yashin. El autor, menos conocido, fue Marcos Coll, jugador del deporte Tolima interior colombiano, que aún vive, rodeado de una tenue aura de celebridad por aquello. Cada nuevo Mundial, su pequeña proeza vuelve a relucir.
La URSS no acudió a la Copa del Mundo hasta 1958, y lo hizo rodeada de aura y misterio. Ya para entonces se tenía a Yashin como un portero sensacional, tras su actuación en los Juegos Olímpicos de Melbourne,
Desde entonces hasta el 62, el prestigio de aquel fútbol y el de Yashin no habían hecho más que crecer. La URSS había ganado la primera Eurocopa que se celebró, la de 1960. Al Mundial de 1962 acudió como la alternativa europea al gran juego de Brasil.
La forma misteriosa y aislada en que encaraba sus concentraciones acrecentaba su leyenda. Formó grupo junto a Yugoslavia, Colombia y Uruguay.
El segundo partido era ante Colombia, que tenía como entrenador a Pedernera, aquel que había sido el delantero centro de La Máquina de River, luego compañero y casi hermano mayor de Di Stéfano en el Millonarios. Colombia acudió a ese Mundial sin más aspiración que hacer experiencia. Había perdido dignamente en la primera jornada, ante Uruguay. El partido contra los soviéticos amenazó en sus inicios con ser un diluvio de goles, porque en 12 minutos la URSS ganaba 3-0. Pero el roto no fue a más, y para el minuto 68 el marcador estaba en un razonable 4-1. Fue entonces cuando Marcos Coll sacó un córner, en principio sólo eso, un córner.
Marcos Coll, un interior muy activo, era hijo de árbitro, el primer árbitro colombiano reconocido por la FIFA para partidos internacionales. Era un buen jugador, pero digamos que uno más. Ese córner le iba a cambiar la vida para bien. El saque se produjo desde el ala izquierda del ataque colombiano. Lo lanzó con la derecha, no muy bien, bajo y muy cerrado. Luego confesaría alguna vez que pegarle exactamente así no había sido su intención. El balón botó al llegar al área chica, tras pasar junto a Ivanov y luego se coló entre Chokheli y el palo derecho de Yashin, que quedó paralizado como un espantapájaros: 4-2. Lo llamativo fue que ese gol desplomó a la URSS y a su portero, cuyas recriminaciones a los defensas fueron muy visibles. Colombia, que se vino arriba acabó empatando a cuatro, lo que hasta el gol a los alemanes en Italia (“¡Dios es colombiano!”, ¿lo recuerdan?) se tuvo por la jornada más feliz de Colombia en la Copa del Mundo. Aún hoy hay veteranos que lo ponen sobre cualquier logro.
Marcos Coll fue apreciado y querido en Colombia desde aquello como ningún jugador antes. Aquel gol fue un poco como Oscar jamardo que también se anotó soberbio con goles olímpicos
Marcos coll padre jugo en el vino tintó y oro finales de 1955 y comienzo del 59 jugo 222 partidos con la escuadra ibaguereña y anotó 44 goles. Un histórico para no olvidar nunca.

Foto
Historias del Deporte Tolima 60 AÑOS

 

Por DPerez

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